A día de hoy, son cada vez más las personas que me preguntan el motivo por el cuál empecé a escribir o que simplemente no acaban de entender que fuera gracias a un sueño, tal y como explico al final de mi libro Descubierta. Por esa razón, he decidido explicar la versión extendida aquí, esta será la entrada inaugural de mi blog.
Aviso, es largo. Pensé que no necesitaría mucho para explicar esto, pero por lo visto sí, 1.573 palabras para ser exactos.
Para que entiendas lo que me ha traído hasta aquí, empezaré por hacer un breve resumen de cómo me sentía antes de escribir, tanto profesional como personalmente.
Profesionalmente nunca fui una de esas personas que tenía claro lo que quería hacer, todo me atraía, pero nada me convencía, así que dejé los estudios y empecé a trabajar. Durante algunos años me sirvió, pero siempre me había gustado estudiar y poco a poco lo comencé a echar de menos, el problema era que seguía sin saber lo que quería.
Paralelamente a mi trabajo, volví a estudiar, hablo de unos diez años atrás hasta ahora. Durante todo este tiempo he empezado tres carreras que he abandonado en el segundo semestre porque no me motivaban lo suficiente como para seguir. Probé suerte con dos grados superiores, más de lo mismo. He perdido la cuenta de todos los cursos que he llegado a hacer (estos sí que los he acabado). Resumen: en este punto no daba pie con bola, por suerte tengo un trabajo que me gusta y en el que me permiten crecer a nivel profesional.
Personalmente: esta parte la voy a resumir más al hecho de ser lesbiana que es lo que me causó más problemas. Mi problema no era grave, era simplemente que tardé demasiados años en ubicar todas las señales que me indicaban mi inclinación. Desde muy pequeña me he sentido siempre muy perdida, completamente desubicada, como si fuera la pieza que no encajaba en ningún sitio.
Nunca me gustaron las muñecas pese a que vivía junto a mis primas que las tenían por docenas y se volvían locas probándoles modelitos. ¿Mi mayor trauma? Cuando mis padres decidieron que como todas mis primas tenían una Barbie, yo también tenía que tener una. Yo prefería jugar con mi hermano y mi primo a la pelota, a construir cabañas en los árboles, hacer carreras de cochecitos o remontar el río putrefacto por dentro del agua. En mi adolescencia era más de lo mismo, me aburría infinitamente escuchar como mis amigas hablaban de chicos, ir de compras me crispaba los nervios y los problemas que tenían para elegir modelito eran incomprensibles para mí, con lo feliz que era yo con unos vaqueros, camiseta, deportivas y una sudadera.
No era capaz de entender por qué cuando veía a una pareja besarse en televisión a mí solo me excitaba la chica, por qué tenía debilidad por las series que tenían una pareja lésbica o por qué simplemente los hombres no me atraían ni un pelo. No conseguí unir las piezas hasta los treinta años, y eso que para entonces había estado tres años con una chica. Ahí me encontré con el problema de que tenía que salir del armario en un entorno completamente hetero y con una familia bastante cavernícola.
Te estarás preguntando qué tiene que ver todo esto con lo de escribir libros, para mí lo tiene que ver todo y enseguida voy al grano.
Desde que acepté, contenta y orgullosa que era lesbiana (porque me encanta serlo), se lo fui contando poco a poco a todas mis amigas, pero no a mi familia, cuando digo mi familia en realidad me refiero a mi madre, era la única a la que me dolía ocultárselo, una vez lo supiera ella el resto me daba igual. Pero era incapaz de decírselo, nunca encontraba la manera por no hablar de que me aterraba su reacción.
Ahora ha llegado el momento de hablar del sueño, de los libros y de cómo estos últimos me han ayudado en varios sentidos.
El sueño
Fue en Mayo, aunque no recuerdo el día, más bien la noche. Soñé que me arrastraba una corriente en mar abierto. Yo estaba allí, en el agua, sin flotador o algo a lo que agarrarme, pero no me hundía, simplemente avanzaba en medio de aquella corriente. El agua se veía oscurecida debido al reflejo del cielo que estaba muy encapotado, de un color entre naranja fuego y verde oscuro, aunque no parecía que fuera a llover. Lo más raro es que no sentía ningún tipo de miedo, y eso que siempre me ha dado miedo el mar cuando entre mi cuerpo y el fondo cabe un tiburón.
En fin, de pronto apareció un barco por mi izquierda, parecía antiguo y estaba muy deteriorado, era como el típico barco pirata que aparece en las pelis, solo que no tenía velas y estaba completamente vacío. De alguna manera inexplicable conseguí subirme y de pronto vi que tras ese barco, había muchos más de las mismas características y también vacíos. Tampoco sentí miedo, y ahí me desperté.
He soñado infinidad de cosas en mi vida, la mayoría los recuerdo durante un rato después de haberme levantado, pero a lo largo del día se me olvidan. Son pocos los sueños que recuerdo y desde luego nunca ninguno ha sido relevante para mí, salvo este. Cuando me desperté me sorprendió la claridad con la que lo recordaba todo, pero lo que más me inquietaba es que tenía la constante sensación de que más que un sueño era una señal, sentía que por primera vez en mi vida estaba en el camino correcto, no en mi camino, sino en el que me llevaría a estar dónde quería. Salir de aquella corriente y subirme al barco era lo que me hacía sentirme así, como si ya no navegara sin rumbo que es lo que he sentido que hacía toda mi vida, no espero que nadie lo entienda, supongo que son sensaciones que tiene una.
Ese día en cuanto llegué al trabajo se lo conté a una compañera, necesitaba compartirlo con alguien, que alguien más supiera lo que había significado haber salido de aquella corriente y tener la sensación de que a partir de aquel momento todo iba a cambiar para mí, y para bien. No fue suficiente, contárselo a ella no me sació, necesitaba más. Días después se lo conté a mi madre, más tarde a una amiga, otro día a mi hermano, a un amigo… Nada, seguía teniendo la necesidad de contarlo, así que dos meses después y alrededor de los detalles más importantes del sueño, me inventé una historia. Al principio iba a ser corta, algo que me permitiera contar aquello, pero entonces decidí que la historia tenía que tener una protagonista, y que ya que estaba, ¿por qué esta no tenía una novia?
Al final me encontré con que tenía una historia con más de 30.000 palabras escritas. Como nunca había escrito una novela pensé que igual no le gustaba a nadie y que no tenía sentido acabarla, así que la dejé con un final abierto y la publiqué en Amazon bajo el título de Encubierta. La sorpresa me la llevé cuando empecé a recibir mensajes de chicas que me pedían la segunda parte, cosa que por supuesto escribí.
Los libros y cómo me han salvado
Escribir ese libro me dio muchas cosas a nivel personal: una era que me quité aquella necesidad de contar mi sueño, ahora está en forma de mensaje cifrado en un libro al alcance de cualquiera. Otra, y para mí la más importante: descubrí que me encanta escribir, no he dejado de hacerlo desde entonces. Pero además, con el paso de los días/meses después de la publicación y de ver que se vendía, empecé a sentir la necesidad de contárselo a alguien, nadie sabía que escribía libros porque me daba vergüenza que leyeran las escenas de sexo, así de claro. Me estaba pasando algo que me encantaba, algo que por fin me hacía feliz y me hacía sentir realizada, y no podía compartirlo con nadie.
Eso empezó a pesarme, por no hablar de que los libros (aunque fuera muy difícil) podían llegar a manos de alguien que me conociera, ya que no publico bajo ningún seudónimo, y a través de ese alguien llegar a oídos de mi madre. Entonces ella se enteraría a través de terceros y de un libro de que su hija es lesbiana, y eso no podía permitirlo, quería que se enterara por mí. Una tarde me armé de valor y se lo conté, y aunque no se lo esperaba y durante un rato que me pareció muy largo se quedó en estado catatónico, no me montó ningún drama, todo estaba en mi puta cabeza.
Así que los libros entre otras cosas me han ayudado a salir completamente del armario, a ganar confianza en mí misma y a expresar lo que siento a través de algunos personajes.
La moraleja: un simple sueño me ha ayudado a enfrentarme a mis miedos y a encontrar lo que llevaba toda la vida buscando, gracias a la necesidad de contarlo escribí aquel libro y descubrí por fin, algo que sí que me gusta hacer cada día, algo que me llena. Soy consciente de que no voy a vivir de esto, pero no me importa, es algo que me satisface a nivel personal, así que si me lo permitís, no tengo intención de parar.