Hace poco más de una semana fui a casa de madre a comer, y aprovechando que llegué pronto me puse a rebuscar en la “habitación de los trastos”. Una habitación en la que mis hermanos y yo podemos encontrar cosas que ya no recordábamos que existían.
La sorpresa
De casualidad di con algo que me emocionó: el primer libro que me mandaron a leer en el colegio: “Charlie y la fábrica de chocolate”. Como puedes ver en la foto el título está en catalán, servidora, que es de Barcelona… Hasta entonces los únicos libros que había leído eran cuentos infantiles de los que ni siquiera me acuerdo. Recuerdo que cuando la profesora nos dijo que lo teníamos que leer y al acabar hacer un resumen, me dio mucha pereza el solo hecho de pensarlo. Pero como era una niña muy aplicada en los estudios en aquella época, en cuanto mis padres me lo compraron comencé a leer.
Lo único que recuerdo es que el libro me encantó en su día y me lo leí en tiempo récord, bueno, eso y que el resumen me costó la vida hacerlo, más que nada porque a mí todo me parecía importante, algo que me sigue pasando ahora. Me gustó tanto que cuando hace unos pocos años estrenaron la película basada en la novela y protagonizada por Johnny Deep, fui a verla emocionada y con la seguridad de que me gustaría tanto como el libro. Sinceramente me pareció una castaña, pero eso no hizo que dejara de adorar ese libro, mi primer libro.
Como pasa el tiempo
Como digo me hizo mucha ilusión encontrarlo porque eso también me recordó algo curioso, como puedes ver en la fotografía, el libro está en bastante buen estado, eso se debe a que desde siempre he tenido devoción por los libros en general (incluidos los de texto), y en cuanto me los compraban los forraba a conciencia ¡y sin ninguna ampolla!, pero lo mejor de todo es que por aquel entonces también tenía la costumbre de ponerle mi nombre y la fecha a todos los libros, incluidos los diccionarios. Así que al abrir la primera página, en la que su color amarillento y su tacto acartonado sí que dejan constancia del paso de los años, he podido saber el día exacto en el que lo empecé a leer.
Tengo en mi poder (en forma de números muy cutres) la prueba irrefutable de que tal día como hoy, de hace veinticinco años, comencé a leer un libro por primera vez. Desde entonces hasta ahora he leído muchísimos, pero ese siempre será el culpable de que me enganchara a las historias en papel.
Artículo anterior: ¿Narrar en primera o en tercera persona?